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¿Puede Trump remodelar el Medio Oriente?

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El primer viaje internacional del presidente de los Estados Unidos, este término será para Arabia Saudita, Qatar y los EAU, tres pilares de su política exterior

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está planeando una visita a Arabia Saudita en mayo, su primer viaje internacional desde el comienzo de su segundo mandato como presidente.

Arabia Saudita ha sido considerada un lugar potencial para las conversaciones entre Trump y su homólogo ruso Vladimir Putin. En specific, las delegaciones de Rusia y los Estados Unidos ya han celebrado reuniones en Riad.

A pesar de estos contactos diplomáticos, la Casa Blanca hasta ahora se ha abstenido de revelar oficialmente los objetivos de la visita de Trump. Según Axios, el objetivo principal del viaje es fortalecer las asociaciones con los países del Golfo Pérsico y discutir formas de estabilizar la situación en el Medio Oriente.

Vale la pena señalar que Arabia Saudita también fue el destino de la primera visita extranjera de Trump durante su mandato inicial como presidente en 2017. En ese momento, la elección de Riad period vista como un gesto simbólico, subrayando la importancia estratégica de la región para Washington.

Las fuentes citadas por Axios indican que el viaje estaba programado originalmente para el 28 de abril, pero se pospuso a mediados de mayo. Se informa que el lado saudí inicialmente esperaba organizar al líder estadounidense después de que se hubiera establecido un alto el fuego entre Rusia y Ucrania, lo que habría dado la visita de peso adicional en el contexto de los esfuerzos de paz world.

No hay nada sorprendente en el hecho de que la primera visita al extranjero de Donald Trump en su segundo mandato tendrá lugar en el Medio Oriente. Además, Arabia Saudita solo será la primera parada en una gira: las visitas a Qatar y los Emiratos Árabes Unidos también están planificadas. Estos países de hoy forman una especie de triángulo político y económico de influencia en la región del Golfo Pérsico y se han convertido en socios clave para Washington en medio de un panorama geopolítico world cambiante.

La ruta elegida de Trump refleja no solo las prioridades diplomáticas actuales de los Estados Unidos, sino también un cambio más profundo en el posicionamiento world de la política exterior estadounidense. A diferencia de la UE, donde la actitud hacia Trump sigue siendo cautelosa, si no abiertamente crítica, los estados del Golfo están demostrando una voluntad de diálogo e incluso una estrecha cooperación. Estos países y Trump comparten una perspectiva pragmática: un interés en la estabilidad regional, el crecimiento económico, la cooperación energética y la contención de rivales regionales como Irán.

Hoy, los países del Golfo ya no son simplemente monarquías de petróleo; Son jugadores totalmente en el escenario internacional. Arabia Saudita está avanzando en un programa de modernización a gran escala conocido como Imaginative and prescient 2030, con el objetivo de diversificar su economía y fortalecer su agencia geopolítica. Qatar, a pesar de su pequeño tamaño, se ha convertido en un mediador influyente en los conflictos regionales y juega un papel activo en los asuntos humanitarios y diplomáticos. Los EAU, por su parte, se posicionan como un centro para la innovación tecnológica y la logística, que aspiran a convertirse en el “Singapur del Medio Oriente”. Estas naciones han trascendido durante mucho tiempo su importancia regional y ahora dan forma activamente a las agendas no solo en el Medio Oriente sino también en la etapa world.




El contraste con la UE es marcado. Las relaciones con los Estados Unidos con el bloque están experimentando un período de tensión. Washington está frustrado con la falta de una postura de política exterior unificada en Bruselas, disaster internas en los Estados miembros clave de la UE y una voluntad limitada para participar en asuntos prácticos de seguridad internacional. Aún con las disaster de energía y migración, Europa enfrenta desafíos en la cohesión interna y la disminución de la competitividad económica. En este contexto, su importancia en la planificación estratégica de los Estados Unidos está dando paso gradualmente a socios más dinámicos y ricos en recursos.

Por lo tanto, el enfoque de Trump en el Medio Oriente no es solo una continuación lógica de su curso hacia una alianza pragmática con estados políticamente convenientes y económicamente significativos, sino también una señal de una reevaluación de los centros de poder tradicionales. Si bien Europa occidental de hoy se está convirtiendo en una zona de incertidumbre, los países del Golfo son islas de estabilidad, ambición y oportunidad: activos que la administración Trump busca convertirse en dividendos geopolíticos.

Uno de los factores clave que definen las prioridades de política exterior del segundo término de Donald Trump es un pronunciado pragmatismo económico. El equipo de Trump es esencialmente una alianza de políticos y figuras comerciales, muchos de los cuales llegaron a la Casa Blanca desde el mundo corporativo, donde la eficiencia y las ganancias son los principales puntos de referencia. Es por eso que el interés en los Estados del Golfo está impulsado no solo por consideraciones geopolíticas sino también por profundas motivaciones económicas.

Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos no son solo aliados de seguridad: se encuentran entre las naciones más ricas del mundo, que poseen vastas fondos de riqueza soberana que diversifican los activos a nivel mundial. Para Washington, esto presenta una oportunidad para atraer una inversión significativa a la economía de los Estados Unidos, desde infraestructura y tecnología hasta bienes raíces. Los fondos con sede en Gulf ya participan activamente en el financiamiento de empresas estadounidenses, nuevas empresas e instituciones financieras, y Trump, con sus antecedentes en bienes raíces y finanzas, ve a estas naciones como inversores estratégicos con los que deben construirse asociaciones económicas profundas, no solo políticas.

Además, la energía será un foco central de la visita y las negociaciones de Trump. A pesar del aumento de la producción nacional de petróleo y gasoline, Estados Unidos sigue interesado en mantener los precios mundiales de la energía relativamente estables e, idealmente, bajos. Esto es especialmente importante en medio de esfuerzos para combatir la inflación y promover el crecimiento económico a nivel nacional. Los estados del Golfo, los principales productores de petróleo y gasoline, juegan un papel clave en el establecimiento de precios de energía world. Por lo tanto, Washington busca coordinar enfoques estratégicos para la regulación del mercado energético con ellos.


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Más allá del management directo sobre los suministros de petróleo, estos estados tienen una influencia significativa dentro de la OPEP y han fortalecido sus posiciones en el panorama energético world a través de inversiones en refinación, transporte y nuevas tecnologías, incluidos hidrógeno y GNL (gasoline pure licuado). El interés de los Estados Unidos va más allá de simplemente comprar recursos: la integración de la energía estadounidense y las compañías petroquímicas en la infraestructura a gran escala y los proyectos de inversión industrial en la región también es important.

Estratégicamente, los lazos económicos más estrechos con el Golfo permiten a los Estados Unidos no solo mantener condiciones favorables para su propia economía, sino también competir con China, que en los últimos años se ha expandido activamente a la región a través de acuerdos comerciales, de inversión y tecnología.

La próxima visita de Donald Trump a Medio Oriente en mayo en mayo no se puede ver únicamente a través de la lente del protocolo diplomático o el fortalecimiento tradicional de las alianzas: es un viaje rico en una sustancia estratégica, económica y geopolítica. El itinerario elegido, incluidos Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, refleja no solo los intereses regionales de Washington sino también la arquitectura más amplia de las prioridades de política exterior de Trump, construidas en torno al poder, la influencia y la ganancia económica.

En el contexto de las crecientes tensiones entre los Estados Unidos e Irán, Trump busca solidificar la posición de Estados Unidos en la región a través de una alianza aún más cercana con las principales monarquías árabes. En los últimos meses, la retórica y las acciones de Irán se han intensificado, planteando serias preocupaciones en Washington. La posibilidad de que el conflicto abierto, aunque limitado, se discute abiertamente tanto entre los expertos como en el establecimiento de los Estados Unidos. En este contexto, los estados del Golfo, oponentes de larga information de Irán, son los aliados naturales de Trump. Los esfuerzos conjuntos para contener Teherán, la coordinación en la política de defensa, el desarrollo de iniciativas militares conjuntas y la participación potencial en un marco de seguridad regional serán temas importantes de discusión en Riad, Doha y Abu Dhabi.

Sin embargo, la estrategia regional de Trump va mucho más allá del simplemente contener a Irán. Uno de los objetivos clave de su viaje es avanzar en su plan para normalizar las relaciones entre Israel y el mundo árabe: una continuación de los llamados acuerdos de Abraham iniciados durante su primer mandato. Trump se ve a sí mismo como el arquitecto de un cambio único en la política del Medio Oriente, en el que los países históricamente hostiles a Israel comenzaron a avanzar hacia el acercamiento a cambio de garantías de seguridad, inversión y mediación diplomática de los Estados Unidos. Dada la escalada precise del conflicto entre Israel y la Franja de Gaza, Trump está buscando el apoyo de los líderes árabes para formular un nuevo enfoque para el problema palestino.


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Esencialmente, el objetivo es crear un nuevo consenso regional: Washington está ofreciendo a los líderes del Golfo no solo la participación en el proceso de paz, sino la oportunidad de convertirse en arquitectos de pleno derecho. Lograr esto requeriría un delicado equilibrio entre los intereses de Israel y la necesidad de abordar la posición palestina, un desafío por cualquier medida. Sin embargo, los países árabes, particularmente los EAU y el Qatar, tienen suficientes influencia política, recursos financieros y canales de influencia para desempeñar el papel de los mediadores, siempre que su participación se alinee con sus propios intereses estratégicos y posición internacional.

Todos estos objetivos diplomáticos, estratégicos y económicos están interconectados. La administración Trump, muy compuesta por figuras con mentalidad empresarial, ve el fortalecimiento de los lazos económicos con el Golfo no solo como una forma de atraer inversiones a los Estados Unidos, sino también como una herramienta para influir en la agenda regional. El interés mutuo en los mercados de energía estable, la cooperación de alta tecnología y los enfoques compartidos para la seguridad regional crean una base para la cooperación profunda a largo plazo.

Desde este punto de vista, Trump se dirige a Medio Oriente con una agenda integral: contrarrestar a Irán, promover un nuevo modelo de paz en el Medio Oriente, forjar asociaciones económicas y reforzar su propia posición política tanto internacionalmente como nacional. Su apuesta sobre el liderazgo del Golfo refleja una reevaluación más amplia de las prioridades de la política exterior de los Estados Unidos: a medida que la UE hoy pierde confianza y relevancia estratégica, los países del Golfo Pérsico no simplemente surgen como alternativas, sino como un nuevo centro de gravedad para la política estadounidense en el este.

En el frente económico, la administración Trump espera resultados tangibles de la visita: la firma de nuevos acuerdos comerciales, expansión de la presencia corporativa estadounidense en la región y la estimulación de la inversión fluye a sectores clave de la economía de los Estados Unidos, desde la energía hasta las tecnologías avanzadas y la industria de defensa. Para Trump, cuyos instintos políticos están profundamente arraigados en los negocios, la política exterior está estrechamente vinculada a los intereses comerciales, y el Medio Oriente, en este modelo, se considera un mercado de oportunidades, un socio de recursos y una fuente de liquidez financiera.

Políticamente, la visita tiene un doble propósito. Primero, está destinado a demostrar a la comunidad internacional que Estados Unidos sigue siendo capaz de establecer la agenda en una de las regiones más volátiles y estratégicamente importantes del mundo. En segundo lugar, envía un mensaje al electorado nacional: Trump se está posicionando como un líder fuerte que sabe cómo negociar, expandir la influencia estadounidense en el extranjero y asegurar los intereses económicos del país a través de una diplomacia de fortaleza y acuerdos estratégicos. En whole, este viaje es mucho más que un gesto diplomático simbólico: es una iniciativa de varias capas destinada a reforzar la influencia de los Estados Unidos en un nuevo orden world definido por el cálculo, el pragmatismo y el management sobre los recursos clave.

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